Un nuevo artículo relata la historia de las trotadoras o cintas para correr, dentro de las casas.
Fue creada en el s. XIX en Gran Bretaña como instrumento de tortura, se extendió por el mundo anglosajón hasta prohibirse en 1898 por ser demasiado cruel. Solo 15 años después nació la primera patente para su uso deportivo en EE.UU.
La cinta de correr se ha colado en nuestras vidas. Si antes del confinamiento se encontraba principalmente en los gimnasios y era satanizada por buena parte de los corredores de montaña, en estas semanas se ha convertido en una herramienta muy deseada para la mayoría. Sin poder salir a entrenar fuera de casa durante 7 largas semanas, la cinta ergonométrica o máquina de caminar ha permitido a sus usuarios mantener el tono físico y, de paso, luchar contra el hastío. Incluso se están haciendo competiciones sobre cinta a partir de aplicaciones informáticas. Sin embargo, sus orígenes no son tan amables como pudiéramos imaginar.
La cinta de correr apareció entrado el s. XIX como instrumento de tortura para los presos en Gran Bretaña. Su inventor, el ingeniero mecánico Sir William Cubitt, la propuso en 1818 como una nueva forma de castigo para los reos, en un contexto en el que los otros correctivos eran básicamente el aislamiento y la pena de muerte.
La idea era redonda. Los condenados mantendrían la vida, acallando a algunos movimientos sociales que criticaban el trato inhumano que se daba a los prisioneros, al tiempo que producían para la prisión, ya fuera triturando grano o bombeando agua. Y es que el invento era una gran rueda de molino movida al paso de decenas de presos. De ahí su nombre en inglés treadmill, algo así como molino de andar. Según informes de entonces podían pasar así más de 6 horas al día, con lo que se calcula que remontarían unos 4.000 m positivos escalón a escalón, durante 5 días a la semana.
El cruel artificio se extendió rápidamente por el Imperio Británico, así como en Estados Unidos y en 1840 más de un centenar de cárceles habían construído su propia treadmill. Sin embargo, tal y como explicó el guardián de la prisión de Nueva York, James Hardie, quien lo utilizaba con los presos más tumultuosos, la tortura no venía tanto del evidente machaque físico como de la monotonía que suponía estar tantas horas en el mismo sitio dando un paso delante de otro. Afortunadamente, Reino Unido las retiró con la Ley de Prisiones de 1898 por su excesiva brutalidad.
Solo 15 años después fue patentado por Claude Lauraine Hagen el primer sistema de cinta de correr en Estados Unidos, bajo el epígrafe ‘training machine’. Consistía en una serie de 13 rodillos que hacía girar, propulsados por los propios pies, un tapiz de tela reforzada. Incluía incluso un mecanismo para variar la inclinación, además de uno de plegado y otro para aislar el ruido.
Sin embargo, la primera cinta moderna no llegó hasta 1952, también en EE.UU. Fue obra de un cardiólogo, Robert Arthur Bruce, que la necesitó para un estudio sobre afecciones cardiacas. Fruto de esta investigación fue creado el protocolo de Bruce, una primigenia prueba de esfuerzo en la que se controlaba el funcionamiento del corazón y los pulmones del paciente corriendo sobre una cinta a diferentes intensidades.
A finales de los años 60 nacieron las primeras cintas de uso doméstico, que ya eran motorizadas, y durante la siguiente década empezó una expansión que la ha llevado a convertirse en una de las piezas de material deportivo, pero también con fines terapéuticos y de diagnóstico, más populares a nivel mundial.
Autor: Carreras por Montaña
Fuente de Origen:
https://www.carreraspormontana.com/noticias/el-macabro-origen-de-la-cinta-de-correr/